El menú de hoy es un poco de teoría y práctica de historia culinaria de la patata. 

Creemos que la patata siempre estuvo ahí y que acompañó a nuestra especie desde la noche de los tiempos. Pero no. Hubo un tiempo -y no corto- en el que la raza humana tuvo que defenderse y sobrevivir sin la patata. Ha sido causa de auge y caída de naciones enteras y entraña verdaderas curiosidades históricas dignas de conocerse.  

Pero todo esto sería pura literatura si todo este conocimiento no hiciese parada en nuestra mesa y nuestro paladar. Por eso, a cada momento histórico, lo acompañaremos en este post de una receta que ilustre su legendario paso por la historia de la humanidad.  

 

De América a Europa: la patata atraviesa el atlántico 

Jiskairumoko es un yacimiento arqueológico precolombino en la región de Puno, Perú,  datado entre el 3400 y el 2200 A.C. Está situado cerca del lago Titicaca a 4115 metros sobre el nivel del mar.  

En este lugar tan remoto es donde se han encontrado los primeros vestigios de domesticación de la patata. Más tarde, culturas como la Nazca o la Moche consolidaron su cultivo en la región andina.  

Es bajo el imperio Inca cuando la patata alcanza un desarrollo nunca visto: terrazas y canales de riego son excavados por el hombre para su cultivo. 

Es aquí, en 1532 cuando entra en contacto con los españoles capitaneados por Gonzalo Jiménez de Quesada. Pero habría que esperar hasta 1560 cuando Pedro Cieza de León la trajo hasta las costas españolas. 

Todavía tardó siglos enteros en hacerse hueco en nuestras cocinas y es que la historia de este tubérculo está llena de vericuetos, prejuicios y reticencias por parte de algunos iluminados que no le vieron utilidad.   

Si Pedro Jiménez de Cieza hubiese arribado a nuestras costas hace 462 años con un buen plato de Papas a la huancaína al estilo peruano, quizá hubiese convencido a más gente más rápido de las bondades de esta hortaliza. 

Veamos qué tiene de especial esta forma de gozar de la patata. 

Ingredientes para 4 personas: 

  • 1 kilo de patatas pequeñas 

  • 150 ml de leche en polvo 

  • 200 g de queso fresco 

  • 1 huevo duro 

  • 10 galletas crackers 

  • 1 bote de ceitunas negras 

  • 1 lechuga 

  • ½ cebolla 

  • ½ lima 

  • 2 dientes de ajo 

Lo primero es hervir las patatas con piel y todo durante media hora. Aprovecha para hervir también el huevo durante 10 minutos. 

Ahora con la batidora vas a hacer la salsa con el queso, las galletas, los dientes de ajo y la leche en polvo. Introdúcelo todo en el vaso y bátelo hasta conseguir una textura cremosa. Añade el zumo de la media lima. 

Pela las patatas y córtalas en rodajas gruesas. 

Para presentar este plato, coloca unas hojas de lechuga sobre el plato y encima pon las rodajas de patata.  

Ahora cúbrelas con la salsa de queso y ajo. 

Para emplatar, pela el huevo, córtalo en 2 mitades y colócalo encima de las patatas junto con algunas aceitunas. 

 

Auténtico Coddle dublinés de patata 

En Irlanda saben unas cuantas cosas sobre la patata. La historia de la isla esmeralda se vio trágicamente marcada por la escasez del tubérculo.  

En el siglo XVII la patata ya era un alimento que se había generalizado en todo el país. Saltó desde los jardines de la aristocracia a los campos de cultivo de las capas más humildes de la sociedad. Precisamente, en el siglo XVIII los más pobres no podían sobrevivir sino era por la patata que era la base de su dieta. 

Además, la variedad que se cultivaba era una sola. Esto propició que la invasión del hongo Phytophthora infestans arruinara por completo la cosecha durante varios años consecutivos. La hambruna provocada por la escasez de la patata fue una auténtica catástrofe. 

Pero en tiempos de bonanza, lo que realmente levantaba el ánimo era un buen estofado Coddle dublinés. Aquí viene la receta. 

Ingredientes para 4 personas: 

  • 4 patatas medianas 

  • 2 cebollas medianas 

  • 200 g de tocino 

  • Pimienta negra  

  • 6 salchichas de cerdo 

  • 2 zanahorias  

  • 2 cucharadas de aceite de girasol 

  • 2 tazas de caldo de pollo 

  • Sal 

 

Antes de ponerte manos a la obra, precalienta el horno a 220ºC 

Empieza por cortar las cebollas en rodajas finas y sofríelas en una sartén con el aceite de girasol.  

Añade el tocino cortado en dados y mézclalo todo bien con la espátula. 

Ahora es el turno de las salchichas. Trocea y añádelas a la sartén junto con la cebolla y el tocino. Cocínalo todo junto hasta que se doren las salchichas, pero sin quemar la cebolla. 

Las patatas y las zanahorias también debes cortarlas en finas rodajas porque ahora viene lo mejor: en una cacerola introduce una capa de patata y zanahoria y luego vierte una porción del sofrito. Después sigue con otra capa de patata y zanahoria y así sucesivamente hasta que se acabe la mezcla. Recuerda que la última capa ha de ser de patata. 

Vierte el caldo de pollo en la cacerola (sin que llegue a inundar el guiso) y cúbrela.  Después, métela unos 45 minutos al horno vigilando de vez en cuando que no se seque. Puedes verter un poco de agua hirviendo de vez en cuando para evitarlo. 

Ahora baja el fuego a 175ºC y deja que todo bulla hasta que la patata esté bien cocida. 

Cuando lo retires del horno, déjalo reposar 10 minutos antes de servir. 

En Irlanda lo siguen emplatando como antiguamente: con una gruesa rebanada de pan con mantequilla. Pero esto es opcional, claro está. Quizá para las naciones del mediterráneo sea suficiente aporte calórico la carne de cerdo. 

 

Bueno, hasta aquí las reseñas históricas que nos deja la patata junto con dos de las recetas más emblemáticas de este suculento tubérculo. 

La historia de la patata es singular y seguro que cada país tiene su propia versión. Lo que podemos afirmar es que la calidad no ha de faltar a la hora de cocinarla. Es una manera de honrar a aquellos que la trajeron de ultramar y a aquellos que hicieron de ella un pilar de la alimentación hasta nuestros días. 

En Citrus Gourmet no dejaremos nunca de proporcionarte la patata de más alta calidad directamente de nuestra huerta.